La pasada huelga general del catorce de noviembre es, que yo recuerde, la primera huelga general desde que tengo edad de trabajar que veo "desde fuera". Mejor dicho, desde que soy mayor de edad porque edad de trabajar ya tenía antes aunque hubiera sido de aprendiz de algún oficio en vías de extinción ... sobre todo con la que está cayendo ahora.
A las anteriores no acudí, bien por estar de acuerdo con la reforma o bien por no estarlo con las reformas pero tampoco con las re-"formas" de los huelguistas entendidas como las formas que reiteradamente han venido demostrando cada vez que han tenido la ocasión. Ciertamente no deben ser todos pero al no recibir la contundente condena del resto o al menos del aparato (de su aparato), se convierten en algo no muy diferente a los ultras radicales de un equipo de fútbol.
A esta, en cambio, no acudí ni escuché la evolución por internet/radio/televisión por eso que algunos llaman desgana, desidia o falta de solidaridad con aquellos que sí creen que la "lucha" es el camino. Yo, en cambio, creo que el camino son los votos. A una mala reforma laboral de uno de los grandes partidos debería seguirle, ipso facto, una declaración del partido de la oposición diciendo que en cuanto lleguen al poder (que no tardarán tanto como algunos desearían y otros temen) la cambiarán. Declaración unida, cómo no, de forma inexorable al hacer buena su palabra y cumplir sus promesas. Esto no ocurre, lo permitimos y lo volvemos a permitir votando siempre a los mismos convencidos, digo yo, de que los nuestros son los buenos (o parecen malos pero es solo cuestión de tiempo que dejen de serlo y muestren su auténtico yo).
Me citaban hace no mucho por Twitter la, para mí desconocida, Ley Campoamor según la cual, los demonios se quejan de los ángeles y viceversa (o algo así). Claro, esta ley parte de dos supuestos, el primero que hay dos o más bandos y el segundo que solo uno de ellos es bueno. En este caso yo considero que no hay dos o más bandos sino solo uno, el de los profesionales de llenarse los bolsillos (de iPhones y iPads por ejemplo) mientras una boca llena de demagogia les impide mascar otra realidad que no sea la suya. O en todo caso, si de verdad hay varios bandos (derecha, izquierda, sindicatos), todos son malos, al menos con sus dirigentes actuales. A mi juicio, cualquier persona que crea que Rajoy es mejor que Rubalcaba o viceversa debería hacérselo mirar y cualquiera que piense que Toxo o Méndez tienen algún tipo de legitimidad simplemente porque durante decenios se han dedicado a jugar a políticos dentro de una estructura más de poder, también.
A pesar de todo, no veo la solución en la anarquía sino en que empecemos a exigir el cumplimiento de programas políticos y a que seamos críticos. Si un partido te defrauda, castigado 10 años sin votarlo. Dudo que esto se produzca en un futuro próximo. En particular no se producirá si la cosa empieza a mejorar y "San EdMundo globalizado" salva a Rajoy de la quema. Si puede salir de esta con su propio Post hoc ergo propter hoc , puede que hasta quede para la historia como el gran estadista que lo consiguió todo haciendo muchas cosas de dudosa utilidad, en contraposición con su precedente que puede quedar como el que lo perdió todo por no hacer nada realmente útil. Esto, mucho más que unas elecciones gallegas, le permitiría salir reelegido gritando a quien quiera oírle que el pueblo ha respaldado sus políticas.
Y tampoco creo que se produzca si tardamos en salir 5 minutos más de lo necesario (que por cierto era ayer) pues entonces la mala memoria proverbial de nuestros compatriotas sacará a Rubalcaba de su corta trayectoria por el desierto para que, él sí, pueda obrar el milagro vía San EdMundo laico.
¿Puede parecer un retrato pesimista?. Pues sí, probablemente lo es. En mi descargo solo tengo una cosa, el día de la huelga lo pasé en gran parte buscando trabajo o facilitando el encontrarlo mañana. Creo (y espero) que eso va a resultar más útil que las guerras de cifras de convocantes y gobierno.
Un saludo, Domingo.
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