jueves, 13 de diciembre de 2012

Prisas

Hace poco miraba Facebook y veía una foto hecha desde el interior de un coche que intentaba sin éxito adelantar a un par de ciclistas que circulaban en paralelo. En un ejercicio dialéctico clásico, empezaban por reconocer su derecho a circular de esa manera para, sin solución de continuidad, quejarse de que lo hicieran. El alegato se basaba en que la circulación en línea agilizaba el tráfico y, sin perjudicar al ciclista, permitía al automovilista no tener que ir a 20km/h durante 10 minutos.

La entrada tenía tres comentarios. La primera le daba, sin ambages, toda la razón al automovilista. Se ve que era alguien que había experimentado o experimenta idénticos problemas. La segunda (si no recuerdo mal) era de un ciclista que se negaba a contestar máxime cuando la fotografía estaba hecha por una persona que iba al volante. La tercera intentaba conciliar los dos puntos de vista anteriores. En particular comentaba que, si bien al conductor no le pasaba nada por tener que esperar, al ciclista tampoco por ponerse en fila. De haber sido un burro diría que entre la zanahoria y la lechuga había quedado indeciso pero como no lo es, más bien al contrario, me abstendré de realizar tal comentario no vaya a ser que se malinterprete :-).

Tras leerlos yo dejé el mío. Yo me pongo de lado del ciclista, aún sin serlo. Antes no se podía circular en grupo, solo en línea y cada dos por tres había un accidente, un ciclista empujado a la cuneta cuando no atropellado. Es por este motivo y no por otro (al menos que yo sepa) que se permitió que circularan en grupo. Estos grupos, mucho más visibles, son adelantados como si de un vehículo lento se tratara, minimizando el riesgo de echar a alguien por un adelantamiento imprudente aunque también incrementando la posibilidad de arrollar a varios en caso de que te fallen los frenos, por ejemplo.

Considero que, ese argumento, debería por sí mismo bastar a cualquiera que ponga la seguridad de los vulnerables ciclistas por encima de la pretensión propia de llegar a tu destino a una cierta hora. Pretensión en muchos casos autocreada por nosotros mismos al salir tarde. Sin embargo, creo que todavía hay un segundo argumento mucho más potente y es que las prisas no son buenas.

Quizás sea una percepción mía pero creo que en la vida me pasa como cuando jugaba al ajedrez: era muy rápido para una partida lenta y muy lento para una rápida. Centrémonos en lo segundo. Era muy lento para una partida rápida porque tardaba en analizar todas las posibles opciones y encontrar una que me satisficiera. Ciertamente puedo ser una persona dubitativa que tarda 5 minutos en decidirse ante dos opciones equivalentes cuando probablemente bastaría con elegir una al azar en 5 segundos y disfrutar el resto del tiempo con otra cosa. Pero también ciertamente la experiencia me dicta que elegir a la ligera es la mejor receta para un sonado fracaso.

Para muestra un botón. Hará escasamente una semana estaba en un restaurante de comida rápida custodiando la comida, las mesas y, sobre todo, bolsos y carteras. De repente me di cuenta de que se habían equivocado al servir el pedido y, en un acto reflejo, fui a preguntar si se podía desfacer el entuerto. En ello estaba cuando miro hacia atrás y veo todo descuidado. ¡Madre mía del amor hermoso :-O!. ¿Cómo he podido hacer algo así?. Pues muy sencillo, no lo pensé. Afortunadamente no pasó nada pero de haber pasado yo y solo yo hubiera sido culpable de un error mucho mayor que el de comer patatas o ensalada.

Como propósito de enmienda me propuse ser todavía más cuidadoso pero claro, ¿cómo ser cuidadoso cuando simplemente respondes a un instinto?. Pues lo único que se me ocurre es seguir pensando las cosas, cada vez más si es necesario para minimizar esos actos irreflexivos. Esperemos que con entrenamiento y buena voluntad pueda conseguirlo. Lo malo será el día que necesite algún acto irreflexivo para que me saque de algún apuro como pegar un volantazo para esquivar un coche que se me echa encima. Esperemos que no haga falta y que, mientras tanto, cada vez que veo a un ciclista (no digamos un grupo) sin que tenga oportunidad de adelantamiento seguro me coloque detrás, a su velocidad, valorando la gran suerte que tengo de no tener prisas o saber controlarlas.

Un saludo, Domingo.

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