Pues debo ir cogiéndole el gustillo a eso de las gastroenteritis y si no, al menos lo parece. Y lo parece porque al igual que hace dos años largos o tres cortos tuve mi primera experiencia con tan poco recomendable señora: http://donmingobratislava.blogspot.com.es/2009/11/1910-la-gastro.html
esta semana también ha tenido a bien distinguirme con su presencia. Aunque, eso sí, creo que esta vez la he sobrellevado algo mejor ... bueno, dependiendo de a qué parámetros atendamos.
Empecemos en primer con el análisis de la situación siguiendo el método ... Milton, más seguro que hervir. Si en Bratislava todo apuntó a algo que me sentó mal, en este caso debe ser ese misterioso virus que anda suelto por ahí y que de vez en cuando se pasea afectando a una serie de conocidos de conocidos que infieren así su presencia. Claro, no se puede hacer nada más que inferir porque si fuera lo suficientemente grande como para verlo la gente la agarraba a patadas con él y si en vez de inferir se pudiera diferir, la gente lo iría difiriendo sine die :-).
Por otro lado, esta vez los síntomas empezaron un miércoles, en vez de un martes. La hora, aproximadamente la misma, diría yo. La duración, pues el firewall cortó la descarga por el puerto superior en un tiempo bastante breve. Además, como contramedida que parece haberse demostrado bastante efectiva, la administración por vía oral de sales de frutas y/o bicarbonato de sodio para rebajar la acidez así como aliviar (imagino) la irritación de es parte exterior al cuerpo que todavía suponen garganta y alrededores. El caso es que en Bratislava, los esfuerzos por "arrojar", que dirían nuestras abuelas, presentaron una factura final de una semana de apreciable afonía. Factura que por otro lado estoy acostumbrado a pagar. Esta vez perdí mi voz de barítono, y solo ligeramente, al día siguiente pero quedó todavía una audible voz perfectamente compatible con géneros muy menores. Si tuviéramos que poner algún nombre diríamos que pasé durante un día, dos a lo sumo, de Andrea Bocelli a Jesulín de Ubrique, gajes del directo.
El mismo firewall, en cambio, estuvo más perezoso a la hora de impedir las descargas por el puerto 80, el usual de internet y hasta ayer y no sé si decir hasta hoy, todavía no se había terminado de recomponer el jaleo de reglas y permisos que el dichoso firewall, con su dejadez, había propiciado. Aunque quizás no sea culpa del firewall, quizás fue cosa de "las prioridades" y en ese caso es posible que la prioridad durante las primeras 48 horas fuera la de combatir el estado febril, diría un médico, de guerra diría yo, en el que me encontraba.
El mismo miércoles salí antes de trabajar porque no me encontraba bien. Un frío siberiano corría por mis venas como cubitos no solo ajenos al verano sino reacios, tozudos y testarudos en su intención de hacer parecer frío lo que todo el mundo sabe que en esta época del tiempo no puede estarlo. Así pues, escalofríos en el trabajo con el aire acondicionado y una sensación casi de bienestar bajo un calor de justicia camino del coche me hacía sospechar, con motivo, que el cerebro había dado orden de echar más carbón a la caldera.
Llegué a casa y tenía 38º con algo. Tomé sal de frutas por si eso pudiera ayudar en algo, tomé también algo de gazpacho ... no sé por qué, imagino que tendría sed y me apetecería algo fresco y me acosté. Un par de horas después me desperté con 39º y un cuerpo, parte de él, que se había rebelado había decidido tomar él las riendas y amenazaba con un consejo de guerra. Intenté dialogar pero como muestra del escaso interés que las fuerzas opositoras tenían en el diálogo, el pobre gazpacho fue ejecutado, arrojándolo (sin vida, eso sí hay que reconocérselo) desde lo más alto de la torre Andrea Bocelli.
Deshecho, con la imagen todavía en mis retinas, retomé el control de todo aquel contingente que todavía me permanecían leal, desde el primer hasta el último soldado, más sal de frutas, más sueño ... y al par de horas vuelta a empezar. Esta vez las fuerzas rebeldes abrieron todas las puertas que encontraron a su paso, arrojaron todo lo que pudieron desde cualquier sitio que pudieron (hasta el arroz que había comido aquel día y que no sabía yo si podría haber tenido algo que ver) causando un destrozo que en algunos casos ha llegado hasta hoy mismo.
Sin embargo, y rompiendo por un momento con el símil bélico, de todo aquello, lo que más me impresionó fue el instante en que rompí a sudar como nunca lo había hecho. Normalmente la frente se va perlando de gotas de sudor, con el aumento de volumen estas se van uniendo poco a poco y alguna que otra gota comienza su descenso. El proceso, que normalmente dura hasta minutos, en este caso no llevó más de un par de segundos. Lo pienso ahora y realmente me intriga cómo nuestras minúsculas células se las arreglan para llevar tanta agua en tan poco tiempo de un lado para otro.Si Fomento tuviera sistemas como estos ...
Volviendo de nuevo, desde aquel momento empezó una lucha calle a calle. La torre de Andrea Bocelli fue fácil de tomar. Sin embargo, otros barrios rebeldes y más concretamente otras calles dentro de barrios relativamente controlados opusieron mayor resistencia. Así la fiebre cedió casi al completo al día siguiente y diría que al 99% (tuve que dejar algún retén vigilando por si las moscas) el viernes por la noche.
El último barrio en caer fue el barrio donde el sol no brilla o si lo hace es por su ausencia. Y no será porque no lo haya tenido que exponer sino porque en el cuarto de baño no hay luz solar :-). En eso he encargado ya a mis generales un informe comparativo con respecto a la rebelión del 2009 para ver por qué esta vez han logrado cosechar una mayor simpatía entre los civiles, civiles que ya tendrían que saber que lo mejor para que no se dispare la prima de riesgo es el apretarse el cinturón sin bajarse los pantalones.
Para finalizar, algunas diferencias entre el episodio de Bratislava y el de Málaga.
En Bratislava estuve un día sin trabajar. Al segundo estuve, relativamente limitado pero estuve. En cambio esta vez el jueves lo pasé prácticamente entero en la cama o si no en el sofá (hasta ahí igual). Dudé si ir a trabajar, pero la verdad es que poco porque entre la fiebre y la diarrea que luego comenzó ya me convencieron de lo contrario (lo mismo pero con más motivo a raíz de la experiencia anterior).
El viernes sí que estaba más convencido (la verdad es que parece que por las noches el caudal de los ríos se enlentece hasta casi pararse) pero quise jugar sobre seguro, empezar a trabajar desde casa y, si me encontraba bien, ir a trabajar más tarde. En cuanto el cuerpo recobró su biorritmo normal post-gastroenteritis me terminó de convencer de que solo trabajaría desde casa y lo que pudiera.
En Bratislava el primer día no tomé nada más que yogur y plátano y quizás eso influyó en el tercer día, no lo sé. El tercer día además tomé tónica Sweppes porque allí lo más parecido que tenían a una bebida de deportistas era un Red Bull (sic). Aquí tomé durante todo el tiempo cantidades industriales de Aquarius tanto que creo que nunca estuve deshidratado pero que quizás hicieron también que el desenlace se prolongara algo más en el tiempo
Y creo que este es todo el parte médico/de guerra. Así que hasta la semana que viene donde esperemos que podamos hablar de la alegría de seguir viendo las calles llenas de banderas de España, lo único que da alegrías, efímeras pero alegrías, a muchas personas que lamentablemente no tienen otra cosa de la que alegrarse.
Un saludo, Domingo.
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