sábado, 11 de febrero de 2012

Despedidas

Hay despedidas y despedidas. Todos nos despedimos unas cuantas veces al día, de la gente del trabajo, de la gente de la tienda, de la gente que te pregunta cómo se va a Pernambuco ... esas, por conocidas, repetitivas y reiteradas hasta produce cierta pereza llamarlas despedidas pero no dejan de serlo. De estas podríamos distinguir fácilmente dos tipos, las despedidas de personas a las que sabemos que vamos a ver al día siguiente o, como mucho, en unos cuantos días (o meses) y las de las personas que no conoces y de las cuales te despides, posiblemente, para siempre.

Cuando te despides de una persona del primer tipo, ciertamente no piensas en la minúscula posibilidad que hay de no volver a verla nunca más. Cuando te despides de una persona del segundo tipo, ciertamente no piensas en la posiblemente también minúscula posibilidad de que la vuelvas a ver otra vez. ¿Cómo actuaríamos de saberlo?. Pues imagino que en el primer caso nos esmeraríamos más, desearíamos buena suerte y puede que hasta se nos escapara alguna lagrimita. En el segundo caso, sinceramente, no creo que la cosa cambiara mucho.

Pero como decía, hay despedidas y despedidas. Hay despedidas de chichinabo como la que he protagonizado hoy en mi grupo de Hattrick al haber descendido. Es casi ofensivo considerar eso como despedida.Y hay despedidas en mayúsculas. Por ejemplo, hace un escaso mes y medio despedimos a mi suegro. Hace dos o tres días hablaba con el marido de una compañera de trabajo, también compañero nuestro y me contaba lo que quizás yo hubiera podido contar hace unos meses de no haberse desencadenado todo tan rápido. Todo tiene ventajas e inconvenientes y de igual forma que un proceso más largo es más cansado, permite también una despedida más "completa", una despedida más o menos "lúcida".

Intento rebuscar entre mis memorias y no consigo encontrar muchas despedidas importantes. No me pude despedir de mi tía cuando murió, ni siquiera era consciente de la auténtica gravedad hasta que no pasó lo ineludible. No me pude despedir de mi abuelo, aunque en este caso sí que era consciente de la gravedad. No me pude despedir de mi tío, el marido de mi tía que murió tres años después. A pesar de todo en esos casos yo tenía entre 18 y 21 años así que es hasta cierto punto comprensible que todo fuera así. Ya con la edad de Cristo a mis espaldas murió mi tío y tampoco me pude despedir. Por no poder no pude ni asistir al entierro ya que yo estaba entonces en Bratislava. Este caso tampoco es significativo porque además mi tío era esquizofrénico y no sé hasta qué punto hubiera sido posible una despedida "lúcida" tal como decía antes. Finalmente, mi suegro solo estuvo consciente un par de días después de recibir la familia la confirmación de que no había solución posible y que solo se podrían realizar cuidados paliativos. Así que tampoco me pude despedir. Eso por hablar solo de la familia más directa y con la que más contacto he tenido, claro.

Así que por más que rebusco, no he tenido bien la oportunidad, bien la desgracia, de despedirme "lúcidamente". Me pregunto si ahora la tendré con mi abuela. No sé si me gustaría tenerla o no tenerla. En cualquier caso lo que sí me gustaría, aunque sea muy duro, es que la pobre descansara ya. La vejez debería ser para disfrutar uno no para sufrir cada vez más y por los más diferentes motivo y mi abuela no ha tenido esa suerte. A ver cuánto nos dura.

La vida debiera ser
Larga y triunfante carrera
Aceleras de cero a cien,
Y un buen final te espera.

Debiera pero no es,
Quédase solo en carrera,
De obstáculos a fin de mes,
Y averías puñeteras.

Teniendo la vida resuelta,
Tuviste que volver a Málaga
Corriendo de la revuelta,
Mancha verde, mancha aciaga.

En un barecito, de vuelta,
A tus callos los halagan,
En la cocina la más suelta,
Mientras crecía la saga.

Se casaron tus dos hijos,
Y tu marido moría,
Dios lo tenga en su cobijo,
Te sentiste muy querida.


Aciagos nuevos entresijos,
Te esperaban todavía
Desesperaste fijo,
Llorando a ríos a mi tía,

Con más de 90 primaveras,
Y los mareos del revés,
Un día de estos la muerte esperas,
Pensando solo de tres en tres.

Aunque pudiera parecer,
Que ya quisiera que mueras,
Sabes que eso no puede ser,
Que solo una cosa deseé,
Que más no sufras, abuela.



Un saludo, Domingo.

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